15.1.19

Best-sellers

Con la aparición de cuevana en mis vacaciones vino un impulso curioso: quise ver cuáles son las películas favoritas de la gente en el mundo, según internet, para ver si me había perdido de algo. Descubrí con vanidad que las he visto casi todas, y que mi lista sería diferente. De primeras sale siempre The Shawshank Redemption, que como no estaba en mi lista, la ví rápidamente, y la terminé con lágrimas en los ojos, con esa exaltación que dan los finales felices precedidos por una serie de largas desgracias. Pero nada más. Muy parecida a la satisfacción mezquina, que digo, humana, que da el final de Dogville. Y en diferente medida pero similar efecto, las telenovelas.

La semana pasada leí con voracidad La elegancia del Erizo de Muriel Barbery, un celebradísimo best-seller poli-editado y multi-traducido, que inicié con la desconfianza que me genera todo lo que es demasiado popular. Y una vez terminado, en lágrimas, por supuesto, pasó a ser uno de esos libros que me gusta tener cerca a la cama un rato más después de haberlos terminado, como para prolongar la dicha de haberlos leído.

La reflexión que se esboza aquí tiene que ver con el gusto de las masas. Qué es lo que queremos leer, ver o escuchar. Es más fácil ver una película que leer un libro. Y no me refiero al proceso mental, sino a una transacción económica (el tiempo hace parte de la ecuación, cómo no). Guiarse por el gusto general suele conducir a una experiencia decepcionante, pero hay felices veces en que la gente, la gleba, la plebe, el pueblo, la masa, se pone de acuerdo para celebrar una creación de alguien que nos hace vibrar, llorar, reír, pensar, suspirar, sin que ningún erudito nos lo haya recomendado. Y la satisfacción es deliciosa porque es compartida con miles de almas más. Esa vibración es importante.

2009

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